Poblamiento rural falconiano de fines del siglo XIX
y oleadas migratorias hacia los campos petroleros durante la primera mitad del
siglo XX
Conferencia dictada en el
curso Historia y Geografía del Poblamiento de Venezuela. Universidad Católica
Andrés Bello.
Maestría en Historia de
Venezuela.
Noviembre del 2007
Prof. Dra. Blanca De Lima
Centro de Investigaciones
Históricas Pedro Manuel Arcaya
UNEFM. Coro.
INTRODUCCIÓN
Hablar de la historia del poblamiento rural falconiano
es hablar de migraciones, pobreza, agricultura, ganadería, comercio y petróleo.
Es hablar de un estado que forma parte de una región –la centro occidental-,
caracterizada por la dispar fortaleza de los estados que la integran,
constituyéndose Lara en el estado-eje, centralizador de los grandes procesos
administrativos y receptor de migrantes de los estados vecinos. Pero es hablar
también de un estado heterogéneo y polarizado en términos de su poblamiento.
En esta disertación recorreremos los distintos
planos geográficos del estado Falcón, recreando la historia de su dinámica
poblacional a partir del área rural y el impacto del petróleo.
Se me ha pedido no rebasar la primera mitad del
siglo XX; sin embargo, el pasado no cesa de arrastrarme hacia el presente. Así,
pues, pido disculpas por las disgresiones que sobre la actualidad escapen en
este texto. Sirvan para no olvidar que los historiadores nos movemos siempre en
sentido bidireccional: del pasado al presente y del presente al pasado.
CONCLUSIONES PARA INICIAR
El territorio del hoy estado
Falcón ha sido, históricamente, un área de baja población, con un crecimiento
inferior al nacional. Baste decir que para 1873 contaba con el 25% de la
población de la región centro occidental teniendo 99.920 habitantes, y 108 años
después, en 1981, el porcentaje era de 22,1% cuando la población era de 503.896
personas[1].
Para el último cuarto del siglo XIX Falcón y su capital no presentaban –a diferencia
de otros estados- un incremento poblacional a tono con las aspiraciones de
progreso de la época. Era un poblamiento esencialmente rural y altamente
disperso en toda la geografía del estado. El primer censo nacional (1873) apoya
esta afirmación. Contaba Coro –como excepción- con una población de 8172
habitantes y el estado con un total de 99.920, distribuidos en diez
departamentos: Acosta, Buchivacoa, Churuguara, Colina, Coro, Democracia,
Falcón, Petit, Riera y Zamora.
La visualización de estos departamentos
revela un escaso poblamiento –entre 11.000 y 15.000 habitantes por
departamento- en el eje sur-norte, constituido por los departamentos Petit
(zona serrana), Coro (sede de la capital del estado) y Falcón (península de
Paraguaná); flanqueado por dos polos de similar comportamiento: Zamora al este
y Buchivacoa al oeste.
El otro 50% del estado presentaba
cifras aún más bajas, destacando el despoblamiento de la costa oriental desde
Capadare hasta Tucacas y por el sur hasta los límites mismos del estado, donde
un único Departamento, el Acosta, constituido por los distritos Capadare,
Carorita, Jacura, San Juan, San Francisco, Tocuyo y Tucacas, tenía escasamente
8847 habitantes. Esta inmensa área –que abarca casi en su totalidad los
llamados valles fluvio marinos del estado- ha tenido como característica
histórica el despoblamiento; ocasionado por sus densas zonas selváticas –hoy
desaparecidas- la insalubridad de un entorno húmedo y caluroso, propicio a
enfermedades epidémicas que desde la época colonial diezmaron la escasa
población esclava, los pocos centros poblados y la ausencia de vías de
comunicación terrestre; situación que, sin embargo, ha cambiado dramática y
negativamente desde hace unos treinta años, y que por sí sola ameritaría una
disertación especial a partir del hecho de que los cinco poblados más
importantes de la zona (Tucacas, Yaracal, Chichiriviche, Boca de Aroa y
Palmasola) han incrementado en el lapso 1971-2001 su población el triple y
hasta ocho veces.
Para 1892, de 22 poblados ubicados
en el eje costero, 14 no llegaban a 500 habitantes, uno superaba escasamente
los 500, cuatro rebasaban los 1000 (Capatárida, Dabajuro, Tucacas y San Miguel
del Tocuyo), dos los 2000 (La Vela de Coro y Cumarebo), y Coro alcanzaba los
8752. El interior del estado se encontraba igualmente despoblado.[2]
En el estado Falcón, a diferencia de otras
entidades nacionales, la acumulación de excedentes producto de la economía
agroexportadora no estimuló el crecimiento demográfico, a esto debe agregarse
las epidemias, hambrunas y eventos climáticos críticos –como la atroz sequía
del año 1912 y la del año 1926-. El proceso de acumulación de capitales
derivado del comercio de exportación con el exterior, el cual caracterizó a la
economía coriana desde el siglo XIX y hasta los años 20 del siglo XX, no
revirtió sus beneficios sobre la zona, la cual conservó el poblamiento rural
disperso que desde la época colonial se había dado. Al llegar el patrón exportador
de hidrocarburos, a la inicial reconfiguración demográfica con migraciones
intra y extra estado le siguió –al agotarse los campos- la emigración, y Falcón
se configuró en forma progresiva como una entidad expulsora de población hasta
el censo 1971, unida a una marcada ruralidad que siguiendo los criterios
censales apenas en 1971 llegó a menos del 50%. Aún hoy, en todo el estado se
puede hablar de entornos urbanos ruralizados si nos atenemos a la calidad de la
vivienda, servicios públicos, infraestructura médico-sanitaria, vías de
penetración y otros elementos.
La sierra
coriana
En la postindependencia coriana surgió, sobre la
base del poblamiento espontáneo del sur serrano, lo que llama Cunill la nueva
frontera agrícola del café: Los espacios vacíos meridionales comienzan a ser
más densamente ocupados y se avanza hacia la cordillera de Buena Vista y sierra
de Churuguara, formándose en estas comarcas un próspero paisaje de haciendas
cafetaleras y el surgimiento de nuevas villas y pueblos, muchos de ellos
antiguos poblados ayamanes, jirajaras y gayones, como Churuguara, que quedó
favorecida por su ubicación sobre el camino Coro-Barquisimeto, Mapararí y
Bucaral[3].
El último cuarto del siglo XIX
presenta ya consolidado el paisaje demográfico de la sierra coriana, que ha
sido poblada en su área más sureña durante la primera mitad y presenta una
miríada de pequeños poblados altamente dispersos en las sierras y serranías,
dedicados al cultivo del café, la caña de azúcar y otros productos agrícolas.
La mayor parte de esta población era negra o mestiza, resultante del esclavismo
colonial, pero también había descendientes del antiguo estado llano y migrantes
de origen italiano y árabe, provenientes del desaparecido imperio otomano.
Apellidos árabes como Abraham, Bohana, Sarquis, Elies, Eljuri, Saher, Jatem y
Jatar, entre otros; e italianos como Faraco, Gonnella, Cardosi y Magrini se
ubican tanto en documentos públicos como en la correspondencia privada y
comercial del Fondo Senior. No hay hasta la fecha ninguna aproximación
histórica hacia estas migraciones.
Encontramos pequeños propietarios
de tierras resultantes de la redistribución habida tras la guerra Federal,
campesinos pisatarios, peones, arrieros y pequeños comerciantes que dependían
de las grandes casas importadoras-exportadoras ubicadas en la ciudad de Coro.
Para 1873 el departamento Petit,
corazón de la sierra coriana, integrado por los distritos Cabure, Curimagua,
Pecaya, San Luis y Soledad; era el tercero más poblado del estado, con 13.786
habitantes y 2147 casas. Por el contrario Churuguara, el otro departamento
serrano, presentaba una dinámica poblacional a la baja, con escasos 6759
habitantes y apenas 1002 casas.
Diez años después, el censo 1881
comienza a mostrar comportamientos negativos en la dinámica poblacional, al
presentar cinco de los diez distritos serranos un balance negativo de
crecimiento de su población con respecto al primer censo nacional. Situación
particularmente llamativa por cuanto la merma comenzaba por poblados de primer
rango, como San Luis y Cabure –con una pérdida superior al 10%-, y Churuguara
como caso especial, con más de la mitad de su población, bajando de 5330 a 2105
habitantes.
No hay estudios para detectar el
porqué de esta merma demográfica, ignorándose si fue producto de migraciones
hacia zonas de mayor fortaleza económica intra o extra estado, de mortalidades
asociadas a epidemias u otra causa. No encontramos en el plano económico una
causa de peso, toda vez que el lapso 1873-1881 fue de expansión de la actividad
cafetalera en esa zona con consolidación de la exportación del grano hacia
Curazao por el puerto de La Vela, y no hubo desórdenes políticos ni naturales
–como plagas, lluvias o sequías intensas- que propiciaran la emigración. Otra
posible explicación es una deficiente recopilación del dato censal, bien en el
primero o en el segundo censo. Los especialistas afirman que el primer censo se
organizó y ejecutó sin pautas profesionales, que probablemente hubo
improvisación, pero en el segundo censo también se observan «comportamientos
erráticos» en ciertas cifras[4];
así que es posible que alguno de los dos esté la explicación a esta aparente
pérdida demográfica en la serranía falconiana.
Lo cierto es que para el tercer
censo de población (1891) la situación se había revertido en su totalidad,
presentando los poblados dentro de la nueva división político-administrativa
(distrito-municipio-pueblo-vecindario-caserío-sitio-hato) un comportamiento
positivo, con Churuguara triplicando su población, que alcanzó los 6481
habitantes; y San Luis incrementando la suya en 1661 pobladores, casi un 50%
con respecto al censo anterior.
Este aparente renacimiento
demográfico del área serrana se dio en el apogeo del cultivo del café, con 1283
plantíos de ese fruto, 975 plantíos de caña y 135 trapiches entre los dos
distritos; además de ubicarse en el distrito Churuguara una empresa de corte de
madera.
Para fines del siglo XIX todos
los poblados serranos presentaban un balance poblacional favorable. Por el
occidente, el impacto sobre el piedemonte de la sierra de San Luis favoreció a
Pecaya y Pedregal, pequeños poblados que combinaban la ganadería de caprinos
con la agricultura de riego. Desde Purureche y Agua Larga se dieron poblamiento
aún más al sur: Maica, Suruy, El Reloj, Mamón, El Buco y otros. La sierra de
Churuguara con sus pueblos, caseríos y cafetales destacó como productora de
café, ubicándose el pueblo de Churuguara como la segunda población del estado
para 1891.
Tras el profundo lapsus censal de
35 años –no se incluye el censo de 1920 por estar severamente cuestionado- el
censo nacional de 1926 es indicativo del desplome demográfico que experimentaba
la sierra falconiana, ya impactada por la crisis del café y el severo
estancamiento general de la actividad agro-exportadora. Los municipios San Luis
y Churuguara retrocedieron a 2443 y 4455 habitantes respectivamente, lo que
implicó una pérdida para San Luis de más de la mitad de su población, y para
Churuguara de un tercio. La sierra coriana no logró recuperarse del cambio de
economía agro-exportadora a exportadora de hidrocarburos; persistiendo hasta la
actualidad un poblamiento rural o ruralizado, altamente disperso, con
tendencias a migraciones intra estado desde el sur-este hacia la costa oriental
falconiana y desde San Luis y Churuguara hacia el estado Lara.
El occidente falconiano
La franja de unos 40 kilómetros de ancho que
integra la llanura litoral del occidente falconiano tuvo durante el periodo
agroexportador vocación para la ganadería menor, particularmente la caprina.
Para el último cuarto del siglo XIX estaba representada por dos departamentos:
Buchivacoa, con siete distritos: Capatárida, Zazárida, Dabajuro, San José de
Seque, Borojó, Casigua y San Félix; y Democracia, con seis distritos: Pedregal,
Purureche, Urumaco, Agua Clara, Abaria y Piedra Grande.
El poblamiento del occidente del
estado se soportó en los originales pueblos indígenas caquetíos ubicados en la
zona, y que el poder colonial convirtió en pueblos de doctrina. Escasos fueron
los pueblos de blancos, uno de ellos Casigua, al extremo occidental del estado.
La crónica de Guillermo Sievers, quien recorrió esta zona en el año 1892,
describe una serie de pequeños poblados que llamó «lugarejos ganaderos», en su
mayoría dedicados a la cría bien de chivos, ovejas, burros, mulas y/o caballos;
algunos, como Capatárida, con exportación de cueros y pieles. Esta ganadería se
acompañaba de sembradíos de autoconsumo con yuca y maíz «por doquier los
productos más importantes de la agricultura», a la par de auyama, guisantes,
caraotas, melón y algodón, entre otros productos.
Era una zona poblada por
descendientes de indígenas, blancos del antiguo estado llano, mestizos y
nuevamente una pequeña cuota de inmigrantes de origen italiano y árabes; todos
dedicados a las mismas actividades del área serrana. Contrastaba para el primer
censo nacional la fortaleza del Departamento Buchivacoa, con 12.563 habitantes;
mientras que Democracia apenas alcanzaba los 9744. Esta es una situación
histórica, en función de que los poblados de Buchivacoa, más cercanos al mar,
han presentado siempre mayor población, han fungido como receptores
intermitentes de migrantes, tenían para la época mayores opciones económicas
normadas y no normadas y, en términos de comunicación, estaban cercanos o sobre
el camino real hacia Maracaibo.
El desglose de la población de
ambos departamento arroja un escenario de escasa población, viviendo en muy
pequeños poblados, sometida al rigor de prolongados veranos, escasez de agua y
clima semi desértico. Capatárida, el más poblado para el periodo
agroexportador, apenas alcanzaba los 1620 moradores para 1891. Lo usual eran
poblados como Borojó, con 226 habitantes; San Félix, con 350; o Urumaco, con
429. Esta situación demográfica se mantuvo hasta que, como dice una tradicional
canción falconiana «mene y tierra se juntaron en ubérrimo panal»… y todo
cambió.
Para
1920, iniciándose en Falcón las exploraciones y explotaciones de hidrocarburos,
ya había concesiones petroleras en los distritos Colina y Democracia. Pero fue
hasta 1922 que se inició la explotación petrolera en forma comercial,
ubicándose en El Mene de Mauroa, municipio San Félix del distrito Buchivacoa,
el primer campo de este tipo. Al sobrevenir el hallazgo de petróleo en la zona
limítrofe Falcón-Zulia, todos los proyectos carreteros en curso o en diseño se
alteraron de manera definitiva. El trazado de la nueva vía terrestre hacia Los
Puertos de Altagracia cambio drástica y radicalmente, marcando el comienzo de
la destrucción de parte de la red de veredas y caminos ubicados al occidente
del estado, cuyo eje sobre el plano costero era el antiguo camino real, y que
por siglos fue la principal área de enlace con los espacios larenses del valle
de Carora. Casigua, el más importante poblado occidental en la colonia y
profundamente enlazado a la dinámica de los arreos, quedó fuera del nuevo
trazado. Lo mismo ocurrió con Capatárida, Urumaco y Mitare, antes ubicados
sobre la ruta del camino real pero relegados en la nueva ruta occidental. La
carretera Coro-Maracaibo, obedeciendo a los nuevos criterios económicos, se
alejó de la costa y del camino real que bordeaba el mar, y se enrumbó hacia
Dabajuro y Mene de Mauroa.
El
campo de El Mene de Mauroa, explotado por la British Controlled Oilfields,
estaba situado en el entonces municipio San Félix, próximo al estado Zulia; de
ahí que el petróleo saliera por un pequeño oleoducto hasta el lago de
Maracaibo. La fuerza económica que el petróleo dio a Mene de Mauroa y la
presión demográfica sobre la zona dio cuerpo en forma progresiva a lo que hoy
es el municipio autónomo Mauroa. Su explosivo crecimiento demográfico asociado
a la explotación petrolera llevó al municipio de 855 habitantes en 1920 a 2613
en 1926. De ser sólo un punto en el distrito Buchivacoa pasó a ser capital de
municipio San Félix el 12 de enero de 1928, decretándose la construcción de su
casa municipal en 1939[5].
La
dinámica económica del municipio se alteró en su totalidad. Las discusiones
entre la British, los agricultores y la Junta Comunal del municipio San Félix
por las amplias concesiones de tierras a la petrolera, mismas que restaban
libertad a la autoridad municipal en materia de ornato y ensanche del pueblo y
afectaban derechos de los productores agropecuarios, y que resultaban siempre
en dictámenes a favor del capital extranjero, permiten ver el declive de la
actividad agrícola en Falcón, en reflujo ante el ímpetu del capital petrolero y
el desinterés del Estado por el sector agropecuario. Opacada, la economía
agropecuaria de la zona aprendió a convivir con la industria del petróleo.
Paralela
a esta actividad petrolera en el occidente del estado, hacia el oriente se
inició la explotación del campo Mene de Acosta, distrito Silva, en 1929; y en
1931 el campo Cumarebo, distrito Zamora, en la costa centro-norte del estado.
El campo Mene de Acosta no tuvo el éxito esperado y la producción fue
suspendida en 1937; mientras que Cumarebo, aunque con baja producción, siguió
activo hasta los años cincuenta[6].
De
interés para este tema no es el impacto que tuvieron estos campos en la
economía de la nación –muy marginal respecto al lago de Maracaibo-, ni la
cortedad de su producción, que en conjunto sólo alcanzó el segundo lugar
nacional en 1930, detrás del estado Zulia[7].
La actividad extractiva petrolera en Falcón nunca tuvo importancia decisiva, y
se diluye en el cúmulo de expectativas que en el conjunto del país generó el
inicio de la economía monoexportadora de hidrocarburos. Más importante fue y
sigue siendo, en una segunda etapa, su capacidad como centro refinador y de
embarque para exportación. Lo esencial a rescatar es que en su corta o dilatada
actividad, la actividad extractiva generó cambios definitivos en la geografía,
comunicaciones, demografía y el perfil económico del estado y su región de
influencia.
Nos
interesa enfatizar aquí el aspecto demográfico. La memoria oral es contundente.
Los más viejos de hoy cuentan cómo entre las sequías, la merma del comercio
agroexportador y el empuje del petróleo las zonas rurales se fueron despoblando
y los antes arrieros, campesinos o pequeños comerciantes en cuestión de meses
tornaban en obreros, albañiles o choferes. El campo falconiano se descapitalizó
en términos demográficos y económicos, el estado dio la espalda al agro y
concentró sus intereses en una primera etapa en la extracción y embarque, y en
una segunda en la refinación del petróleo.
La
dinámica poblacional del estado quedó sujeta en su totalidad al juego del
petróleo, pudiendo distinguirse dos grandes etapas: una primera entre
1920-1936, que podríamos calificar de expansión, con un máximo de crecimiento
relativo de 39.3% en el año 1926[8];
y entre 1936-1981 otra de contracción, resultante de una emigración que mermó
el crecimiento poblacional, quedando Falcón con una tasa media anual de 1,9%,
cuando la tasa nacional era de 3,1%. En este sentido coincido con Guevara y de
Guevara cuando indican que: «Estas cifras son indicativas de las grandes
migraciones que se han producido desde el Estado Falcón a otros estados de la
región Centrooccidental y diferentes regiones del país»[9].
De hecho, el estado nunca ha vuelto a repetir una cifra de crecimiento como la
del año 1926.
La península de Paraguaná
Por el norte, buscando las
escasas fuentes de agua y teniendo como puerto oriental a Adícora y occidental
a Los Taques, diversos poblados de la península de Paraguaná presentaban la
misma vocación ganadera del occidente del estado; una ganadería diversificada
llevada bajo severas condiciones ambientales (escasas precipitaciones y alta
evaporación) que suplía las necesidades locales y de las vecinas Antillas
Holandesas. Esta ganadería se combinaba con la agricultura de temporal y la
pesca, almacenándose el agua en rudimentarios tanques como única manera de
combatir la sequía. Hatos y hatillos formaron parte del paisaje peninsular por
siglos, así como escasos poblados –algunos de ellos antiguos pueblos de indios-
y pequeños puertos al oriente y occidente que soportaban el contrabando de
importación-exportación. Una población escasa, altamente dispersa, suficiente
para adelantar una economía de autoconsumo bajo condiciones climáticas
extremosas.
La totalidad de la península
paraguanera se unificaba en el Departamento Falcón, constituido por ocho
distritos: Buena Vista, Pueblo Nuevo, Jadacaquiva, Santa Ana, Moruy, Baraibed,
González y Miranda. Era el segundo departamento más poblado para el censo 1873,
con 13.912 habitantes, que subieron a 15.049 para el censo 1881. Un
departamento que desde la postindependencia recibía migrantes de las cercanas
Antillas Holandesas, así como una fuerte población flotante oriunda de las
mismas islas, y que se revela no sólo en los apellidos, sino en datos de
interés como los 159 holandeses y 26 protestantes censados en el distrito
Falcón para 1891.
Nuevamente se repite, en términos
sociales, la presencia de una cuota de población indígena proveniente de
antiguos pueblos de doctrina, mestizos y, en este caso particular, holandeses;
todos teniendo como eje económico fundamental el comercio normado, el
contrabando tanto de exportación como de importación, acompañados de las
actividades agropecuarias y de pesca antes mencionadas.
El poblamiento rural y altamente
disperso de Paraguaná no sufrió cambios sino hasta los años 20 del siglo XX,
cuando se inicia en esa península un proceso que la apartó por completo de su
secular dinámica poblacional y del esquema demográfico del resto del estado.
Imposibilitado el lago de Maracaibo para embarcar el petróleo por su bajo
calado, se construyeron en Paraguaná diversos muelles destinados a ensanchar el
radio de acción de la explotación petrolera zuliana y falconiana, esta última
iniciada hacia 1918. Se autorizan así, en el curso de 1923, la construcción de
los muelles de Cardón, Amuay, Punta Gorda y Las Piedras, con sus obras
accesorias. Punta Cardón y Amuay, mirando hacia el golfo de Venezuela con sus
aguas profundas, fueron rápidamente habilitados como puntos de embarque para el
petróleo marabino, primero a través de pequeños tanqueros que trasvasaban el
producto a otros más grandes; este petróleo era refinado en Curazao, Aruba y
New Jersey (EUA). En 1948 entró en servicio el oleoducto Ulé (Zulia)-Amuay, y
en los años cincuenta el oleoducto Palmarejo (Zulia)-Punta Cardón. De forma
progresiva la pesca, la cría de chivos, el cultivo del maní, ajonjolí y mijo,
la cosecha del dividive (Caesalpinia coriaria) y otras
actividades del periodo agroexportador fueron abandonados por la población,
sumida en la dinámica del petróleo.
Paraguaná se conformó como polo de atracción
demográfica sobre el eje petrolero, generando un mercado local fuerte y pasando
gradualmente a convertirse en el punto más atractivo, económicamente, del
Estado. Las actividades tradicionales prácticamente desaparecieron.[10]
El despoblamiento de las áreas rurales de la
península de Paraguaná es posterior a la década de 1950, tras los oleoductos y
la creación del complejo refinador Paraguaná, por ello no los distraigo con
este punto en particular, que formaría parte junto a la costa oriental del
estado del boom demográfico de la segunda mitad del siglo XX para
Falcón.
Termino este repaso a
Paraguaná con un párrafo de la carta que José Quezada, personaje de Alí Brett
Martínez en su obra «Suriquiva Mar Afuera», dirigiera a Juan Vicente Gómez para
denunciar los abusos de la compañía petrolera, y que nos retrata en la
literatura el violento cambio que vivió Paraguaná:
«Como conozco su
patriotismo me he tomado la libertad de dirigirle esta carta con el fin de
imponerlo de algunas cosas que vienen ocurriendo aquí desde la llegada de la
Willing Petroleum Company. En Suriquiva hasta los mismos trabajadores
reportados por la Willing están siendo desalojados de las cuevas que habían
heredado de sus antepasados indígenas que poblaron estas playas. La escasa
vegetación ha sido arrasada por las máquinas petroleras. Está desapareciendo
hasta el paisaje de cujíes y urupagüitas. En las explanadas donde antes
relinchaba el chivo frente a su corral y se encamaba el conejo, lucen ahora casas
blancas de madera con techos verdes. Todo está cambiando y hasta nuestro viento
ha empezado ya a secar ropa norteamericana. Ella se esponja en los tendederos
de la Compañía como para mantener la presencia de los jefes petroleros en el
bombacho de sus pantalones. Los americanos están desviando a nuestros
pescadores hacia la captura de especies marinas que jamás habían sido
comerciales en estas costas. La gente de la playa sube todos los días al
Campamento con sartas de langostas. El lenguado, llamado antes tapaculo, nunca
se comió en Suriquiva. Ahora es uno de los platos favoritos de los americanos,
por eso la gente quiere dedicarse exclusivamente a la pesca de langostas y
lenguados, en vez de la lisa, el jurel y el carite, pescados de gran utilidad comercial.
Aquí está llegando gente de todas partes, especialmente de Margarita. No
estamos contra los que vienen a ganarse la vida con su trabajo, pero si nos
preocupa que los nativos estén abandonando sus canoas para irse a la Compañía
entusiasmados por los cinco bolívares que les pagan. Ya el chivo no retoza en
sus majadas y la guarura está siendo sustituida por el pito petrolero»[11].
Balance general
Falcón, su capital y sus puertos
no se consolidaron como polos de atracción demográfica durante el último cuarto
del siglo XIX debido, entre otros aspectos, a la relativamente pobre producción
del estado y el peso del estado Lara, punto nodal hacia el sur entre el centro
y el extremo occidental que avanzó a un ritmo muy superior a los estados
vecinos. Bien valdría la pena un estudio para dilucidar las diferencias entre
el impacto del comercio legal y el contrabando de exportación e importación
hacia las islas holandesas vecinas. Los puertos corianos, en lo esencial,
destacaron como puertos asociados al contrabando, herencia recibida del periodo
colonial. Estaba y Alvarado lo resumen de esta manera: «La reorientación de la
funcionalidad del incipiente sistema liderizado por Barquisimeto, tuvo efectos
negativos sobre el antiguo papel de Coro, y su puerto La Vela, como centro de
intercambio comercial de la región con el exterior. A pesar de su importancia
como enclave financiero del Banco de Venezuela, Coro, entre 1891 y 1920, reduce
su población de 8752 habitantes a 7760 y La Vela, que sostiene unos 2560
habitantes, en 1910 era un pequeño puerto, cuyas exportaciones no representaban
sino el 1% del total nacional. En su defecto, en Falcón proliferan numerosos embarcaderos
menores aptos para el cabotaje y el contrabando, actividades que propician un
poblamiento rural muy disperso»[12].
El petróleo tampoco logró la
pujanza demográfica durante la primera mitad del siglo XX porque el impacto de
las explotaciones petroleras no se mantuvo en el tiempo, decayendo los
distritos donde estas se ubicaron en pocas décadas. De 215.140 habitantes en
1936 (6.39% del total de población del país), el estado subió a 232.644 para
1941 (6.04% del total de población del país), lo cual indica un crecimiento por
debajo del nacional pese a haber iniciado actividades petroleras desde 1920.
En términos generales el estado
vio decrecer su población, que al decaer los campos falconianos activos entre
los años 20 y 30 optó por la migración hacia el Zulia o el centro del país.
Igualmente decayó la importancia de su principal puerto (La Vela), sustituido
por Amuay y Las Piedras como puertos petroleros, y Guaranao como puerto aduanero.
Escasamente hasta el censo de 1970 el estado presentó mayor población urbana
que rural, con un 54.8%. Desde entonces y hasta hoy el estado se mantiene como
emisor de población hacia estados vecinos y el centro del país.
Como dato de actualidad e interés,
las migraciones ya han ocasionado que cuatro municipios del estado presenten
envejecimiento demográfico por emigración, ellos son Bolívar, Píritu, Sucre y
Tocópero. Bolívar y Sucre son nuevos municipios pertenecientes al plano de la
sierra, Píritu y Tocópero son desagregaciones del desaparecido distrito Zamora,
capital Cumarebo. Por su parte, la parte oriental de la sierra presenta signos
de envejecimiento poblacional ocasionado por recurrentes oleadas migratorias
hacia la costa oriental y el estado Lara.
FUENTES PRIMARIAS
Archivo Histórico de Falcón-UNEFM, Actas
Asamblea Legislativa del Estado Falcón (AAL) 1925-1929.
Archivo Histórico de Falcón-UNEFM, Memorias del
Secretario General de Gobierno (MSGOB) 1939.
Ministerio de Fomento (1882). Memorias del Ministerio
de Fomento 1881. Tomo II. Caracas, Imprenta de La Opinión Nacional.
Ministerio de Fomento (1950). VIII Censo General
de Población. Estados Falcón y Guárico.
Sievers, Guillermo, «Coro y Barquisimeto». En: Humanidades.
Mérida, Tomo I, Nº 2, abril-junio de 1959.
BIBLIOGRÁFICAS
- Bolívar, Pedro (1994). Población y sociedad en
la Venezuela del siglo XX. Caracas, Edición Fondo Editorial
Tropykos/FACES-UCV.
Brett, Alí (1978). Suriquiva mar afuera.
Caracas, Ediciones Adaro.
- Cunill, Pedro (1999). Geografía del
poblamiento venezolano en el siglo XIX, Tomo II. Caracas, Edición Comisión
Presidencial V Centenario/FHE-UCV.
- De Lima, Blanca (1996). The Coro and La Vela Railroad and Improvement Company (1897-1938). Coro,
edición UNEFM.
- Estaba, Rosa y Alvarado, Ivonne (1985). Geografía
de los paisajes urbanos e industriales de Venezuela. Caracas, Ariel-Seix
Barral Venezolana.
- Guevara, César y de Guevara, Catherine (1983). Geografía
de la región centro-occidental. Caracas, Ariel-Seix Barral Venezolana.
- OCEI (1993). El Censo 90 en Falcón.
Caracas, edición OCEI.
OCEI. El Censo 90 en Falcón, p. XIII.
[5] AHF-UNEFM, Actas Asamblea
Legislativa del Estado Falcón (AAL) 1925-1929, p. 124; AHF-UNEFM, Memorias
del Secretario General de Gobierno (MSGOB) 1939, p. 72-73.
[12] Rosa Estaba y Ivonne Alvarado.
Geografía de los paisajes urbanos e industriales de Venezuela, p. 115